Cambio climático

Estamos viviendo la sexta extinción masiva en la historia de la Tierra. Las tasas de extinción han aumentado a velocidades sin precedentes y más de un millón de especies están en riesgo de desaparecer debido a los cambios ambientales altamente impactantes en la vida silvestre (Peyre, 2022). El cambio climático ha sido un gran impulsor de la pérdida de biodiversidad al desafiar a las especies a seguir el ritmo acelerado del clima. Las condiciones ecosistémicas cambian y obligan a un desplazamiento y adaptación, bien sea por cambios evolutivos o adaptaciones fisiológicas. No todas las especies son capaces de adaptarse o migrar tan rápido como otras, aumentando el riesgo de extinción local de estas especies. Se estima que más del 23% de las especies tropicales de alta montaña están en riesgo de extinción bajo los escenarios actuales de calentamiento global (Zimmer et al., 2018) y más del 10% de las especies endémicas también lo están, debido a que muchas de estas se han adaptado a condiciones ambientales muy específicas (Peyre, 2022).

Foto. Alejandro Calderón

El páramo es una de las regiones biodiversas de más rápida evolución en el mundo y, al mismo tiempo, es altamente susceptible a los cambios ambientales acelerados. Se espera que con el aumento de temperatura y la alteración de los patrones de precipitación, los suelos altamente húmedos se sequen. También se espera que el aumento de temperatura ocasione una mayor evapotranspiración en las turberas y masas de agua superficiales, reduciendo los niveles de agua y su almacenamiento, cruciales en temporadas de sequía (Cresso et al., 2020). Estos cambios impactan la fisiología de las especies y su capacidad para soportar condiciones extremas como las heladas; alteran la distribución y abundancia de especies; provocan la extinción local de especies e incluso alteran los ciclos de carbono y agua (Buytaert et al., 2014).

Foto. Alejandro Calderón

Las consecuencias de la pérdida de biodiversidad son objeto de estudio de diversas áreas que ven con preocupación la vulnerabilidad de las especies bajo escenarios futuros desalentadores. Una reciente investigación (Valencia et al., 2020) realizó análisis mediante modelos de distribución futura (2050) de los frailejones en los 36 complejos de páramos de Colombia. Las predicciones mostraron pérdidas en el área de distribución en la mayoría de los complejos de páramos, sugiriendo que las zonas de la cordillera Oriental como la Sierra Nevada del Cocuy, Pisba y Tota-Bijagual-Mamapacha son las más vulnerables, junto con la Sierra Nevada de Santa Marta. A pesar de ser la cordillera central la menos vulnerable debido a su buena conectividad, algunas zonas al sur, como Las Hermosas, el Nevado del Huila y Guanacas-Puracé-Coconuco, también se verían afectadas. El cambio climático empuja a los frailejones hacia las cumbres de las montañas donde no hay otro lugar a donde ir, este estudio sugiere que la migración de los frailejones puede ser limitada y la incapacidad de algunas poblaciones para adaptarse podría tener consecuencias en la diversificación y las limitadas adaptaciones al medio se pueden ver contrarrestadas con una alta presión antrópica.

Foto. Alejandro Calderón

En el páramo de Chingaza, cordillera oriental, se estima que en escenarios futuros (2041-2060) las temperaturas aumentarán entre 1.8 y 2.4 ºC. Esto podría generar que entre un 39 y 52% de la extensión actual de estos páramos sea inadecuada para los ecosistemas en temporada seca y entre un 13 y 34% durante la temporada húmeda (Cresso et al., 2020). De ser una estimación certera, esto podría tener consecuencias no solo en la biodiversidad sino también en la garantía del recurso hídrico para más de 10 millones de personas, ya que el sistema Chingaza provee agua a Bogotá y sus municipios aledaños. Algunos estudios más alentadores estiman que, bajo una evaluación general de plantas de páramo, estas tenderán a aumentar su distribución actual cerca del 15% para el año 2070 (Peyre, 2022). Probablemente, algunas de estas plantas que tienen una distribución hasta el bosque altoandino tendrán ventajas para colonizar otros espacios y expandir su distribución. Sin embargo, esto es bajo un panorama que no incluye evaluaciones de especies especialistas o de baja adaptación. Lo cierto es que, a pesar de los grandes esfuerzos en investigación, se requieren medidas que contrarresten los efectos del cambio climático en la alta montaña que consideren futuros escenarios con diferentes estrategias para lidiar con lo impredecible, dado el alto grado de incertidumbre. Por ejemplo, ampliar las zonas de conexión entre ecosistemas conservados para contribuir a una mayor migración y colonización de áreas por parte de las especies (Buytaert et al., 2014).

Foto. Alejandro Calderón

Los humanos hemos generado una gran transformación del paisaje en los últimos 100 años, aumentando el nivel de fragmentación y aislamiento de los ecosistemas, haciéndolos más vulnerables frente a los impactos del cambio climático (Cuesta et al., 2009). La extinción de los glaciares ocurre ante nuestros ojos. Desde mediados del siglo XIX, Colombia ha perdido el 90% de su área glaciar, presenciando la desaparición de los glaciares de Puracé, Galeras, Sotará, Chiles, Pan de Azúcar, Cumbal, Quindío y El Cisne (IDEAM). En la última década, la pérdida glaciar ha sido mayor al 26%, siendo el aumento de la temperatura media global un factor determinante. Si los glaciares siguen perdiendo del 3 al 5% de su área cada año, en 30 años, Colombia perdería las únicas seis masas glaciares que le quedan a sus frágiles montañas.

Foto. Alejandro Calderón

Redacción Natalia Cano

Trivia de los Páramos

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