Se estima que en los páramos de Colombia existen cerca de 4.700 especies de plantas, lo que equivale al 17% de la diversidad florística del país en apenas el 2.5% de su territorio continental, convirtiendo a estos ecosistemas en áreas con una alta riqueza de especies (IaVH, 2015). Una de las preguntas más complejas gira en torno a cómo esta diversidad vegetal es capaz de adaptarse a ambientes estresantes y condiciones climáticas exigentes y variadas, tales como bajas temperaturas, alta humedad, fuertes vientos y alta radiación solar. Estos factores están influenciados por la topografía única de los Andes, los suelos fértiles gracias a la actividad volcánica, el clima, la hidrología y la influencia glaciar. Todos estos elementos, en conjunto, caracterizan los heterogéneos ecosistemas paramunos.
Orquídeas, una gran diversidad en el subpáramo. Foto: Alejandro Calderón
La heterogeneidad de ambientes dentro de los subpáramos, superpáramos y páramos propiamente dichos alberga variadas formas de vida adaptadas a diferentes regímenes hídricos y climáticos. Por ejemplo, las orquídeas y bromelias son más diversas en el subpáramo, mientras que algunas plantas herbáceas como las apiáceas y brasicáceas son más diversas en el superpáramo. Aunque existen adaptaciones específicas, muchas plantas de páramo comparten características generales: hojas pequeñas para reducir la pérdida de agua durante la transpiración en días cálidos, hojas coriáceas que protegen los estomas y proporcionan flexibilidad y resistencia, y hojas pubescentes cubiertas de abundantes vellos que protegen contra la alta radiación solar. Muchas plantas también utilizan el viento para dispersar sus semillas, mientras que otras dependen de animales como insectos o aves como el conocido Barbudito de páramo para la dispersión.
- Disterigma empertrifolium. Andes 3000 -4600 mts.. Nativa. Conocida como mortiño.
- Azorella pedunculata., Andes 3000 -4600 mts. Nativa
- Monticalia eriophorum Wedd. Andes 2000 -4500 mts.. Nativa.
- Gynoxys acostae, conocida como Yawill. Endémica
Fotos Alejandro Calderón
Los frailejones, puyas, lupinus, coespeletias, tabaquillos, entre otros tienen en común la disposición de sus hojas en roseta. Esta forma arrosetada permite una mayor captación solar y facilita que el agua sea dirigida hacia el tronco y hacia las raíces en aquellas plantas sin tallo que emergen desde el suelo. En las plantas con tallo, esta forma les permite proteger las partes internas de la planta: en la noche, cuando la temperatura baja y el viento aumenta, las hojas pueden moverse y crear una capa protectora que impide el congelamiento del agua que se acumula en la base, incluso, investigadores han encontrado que la diferencia de temperatura interna puede ser 6 ºC mayor a la del ambiente exterior (Azócar y Rada, 2006).
Hojas en rosetas. Foto: Alejandro Calderón
Si detallamos las hojas de los frailejones, podemos ver una capa densa y homogénea de vellos blancos y dorados, al tacto estas hojas son suaves y aterciopeladas, siendo su textura bajo la lluvia aún más evidente. Estas vellosidades, llamadas tricomas, crean una barrera entre la hoja y el entorno, contribuyendo a la termorregulación y reduciendo la transpiración al retener la humedad, son para la planta una capa protectora contra la altísima radiación solar ya que esta pubescencia puede reflectar más del 20% de la radiación y reflejar el exceso de fotones que no pueden ser usados en la fotosíntesis, evitando la fotooxidación (Castiblanco et al., 2021).
Hojas pubescentes de frailejones (Espeletia sp.) y Velón de páramo. (Lupinus alopecuroides) Foto: Alejandro Calderón
En el páramo existen plantas que crecen en forma de cojín o tapete, se ramifican densa y radialmente formando un colchón capaz de almacenar una gran cantidad de agua y nutrientes. Estas plantas protegen sus partes internas creando una barrera con materia orgánica y hojas muertas, aislándolas del frío extremo, el viento y la depredación.
Plantas en forma de cojín. Foto: Alejandro Calderón
Las gramíneas, como las ciperáceas y poaceae, son unas de las más ampliamente distribuidas, tienen densos tallos agrupados, que al igual que los cojines pero en una forma de vida distinta, también hacen una barrera con tallos y hojas muertas (necromasa) para proteger sus yemas y hojas jóvenes del fuerte viento, congelamiento y así mantener el almacenamiento interno del agua, lo que les permite vivir incluso en las zonas de páramo más secas, aisladas y heladas.

Foto: Alejandro Calderón
Los arbustos, de una altura no mayor a 5 metros, usualmente tienen tallos delgados y se ramifican ampliamente para que al ocupar una mayor área, generen una mayor protección contra el frío extremo y tengan mayor oportunidad de capturar el agua condensada, como es el caso de los Siete Cueros (Polylepis quadrijuga) y Chilco de páramo (Baccharis prunifolia) que a menudo forman bosques o grupos para mejorar las condiciones microclimáticas (Escobar, 2021). Las hojas, por otro lado, suelen ser coriáceas, algo que es común no solo en arbustos sino en muchas plantas de la alta montaña, son ideales para retener la humedad, otros árboles tienen hojas pubescentes, como las melastomataceas, también adaptadas a ese fin.
- Escallonia cf myrtilloides. Andes 2000-4500 mts. Nativa.
- Monticalia andicola.Andes 2000 -4500. Nativa.
Fotos: Alejandro Calderón
Las plantas exitosas en las altas montañas suelen mostrar respuestas adaptativas similares o convergentes a los factores limitantes, incluso si no están cercanamente relacionadas entre sí. A pesar del mayor estrés que enfrentan a mayores altitudes, hay menos competencia y, en las regiones húmedas y de transición, la diversidad es mayor.

Azorella sp. 4300. mts. Foto: Alejandro Calderón
Redacción: Natalia Cano
























